Y para celebrarlo, los guiris nos obsequian con un pedo de espanto que se pillan dos de ellos: se tragan cinco crevezas de golpe y entre ellas meten la cabeza en el agua. Claro: uno potando y medio muerto tirado en una tumbona con medio staff del hote pendiente de él y el otro a rastras por la mujer hacia la habitación. Un espectáculo.
El vuelo sale a las dos de la mañana así que el hotel nos deja una habitación de cortesía para cambiarnos. Como era de esperar, la llave no funciona, la cambiamos tres veces y al final nos tiene que abrir la chica d ela limpieza. Hasta el final, aquí no funciona nada.
Para ir al aeropuerto, nos recoje un taxi: como no había extranjeros en toda la isla, pues hemos tenido esa suerte. Recorre Matanzas y su bahía enorme porque de camino hemos recogido a un colega que vive por allí. Dos horas más tarde, estamos en el aeropuerto.
Y ocho horas después, por fín en casita...
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