Hoy nos hemos levantado a las cinco de la mañana porque salimos temprano a Cienfuegos y Trinidad. Ayer nos llamaron de la agencia diciendo que este tour sólo lo hacemos nosotros así que nos van a poner un taxi y un guía a nuestra completa disposición para nosotros solitos... ¡Los mochileros en taxi! La verdad es que al principio acojona un poco la idea...
Desayunamos sandwich duro con café aguado: despertamos a los empleados del hotel que estaban durmiendo en los sillones y nos encontramos con Raimundo, nuestro guía: un tipo enorme y simpático. Raúl va a ser nuestro conductor. Pues saliendo de La Habana para empezar nuestro viaje: parece la peli de Guantanamera. Salimos de noche, como ya hemos dicho, y nuestro primer destino en Guamá, con su aldea Taima... O eso creíamos porque a unos cien kilómetros de La Habana ¡oh sorpresa!, una ponchera. Y en mitad de la nada... Pues tranquilidad cubana... Se para el coche, se saluda a los que pasan, se sacan las maletas, se saca y se cambia al rueda, se meten las maletas, nos metemos en el carro y nos volvemos a poner en camino... ¡Pinchazo arreglado!
Ahora hay dos problemas: la rueda de repuesto está lisa, sin dibujo y con una raja en la cubierta de dos centímetros: parece que ha hecho tantos kilómetros o más que las otras cuatro. El otro problema es encontrar una goma para cambiar la estropeada y si no es posible, un teléfono para que nos cambien el taxi. Bueno, pues ni de coña: ni goma ni teléfono (hay muchos pero no funciona ninguno) así que después de parar en tres gasolineras o vestigios de ellas, en la última conseguimos hablar con la agencia para que manden otro taxi a Guamá... Y así llegamos a Playa Girón, famosa por el desembarco de 1962, y finalmente a Guamá; por una carretera que es la que usamos en los pueblos para ir a las porquerizas. Guamá está en la Ciénaga de Zapata que es un parque natural al sur de la isla.
Aquí esperamos al taxi y mientras tanto nos damos un paseito en lancha para llegar a la aldea Taima. Pero ¡sorpresa, esto es Cuba! empieza a caer la mundial y llegamos calados ¿Problemas? Ninguno, salimos de la lancha, deja de llover y sale un sol de justicia que hace que en diez minutos estemos secos y en veinte, chorreando de sudor. Visitamos la aldea con sus esculturas sobre los nativos de la isla y como empieza a haber gusa porque hemos desayunado pronto y mal, nada mejor que un coco con aguardiente y un poquito de cocodrilo a la plancha. Reparador oiga: voy a ver si exporto este almuerzo a España y se lo pongo a los obreros cuando bajen del andamio... Triunfo seguro... Rico el cocodrilo. Otra vez a la lancha y a esperar el taxi de repuesto con sus cinco ruedas.
Al llegar, cambio de maletas y el taxi con sus cuatro ruedas se lleva a dos turistas de vuelta a La Habana... y si vuelve a pinchar ¿problemas? Ninguno. Nosotros nos despedimos de Raúl y damos la bienvenida a Vázquez: un cubano-español muy dicharachero que también nos informa de muchas cosas de la isla.
Y camino a Cienfuegos. Paramos a comer en un hotel cerca de la bahía: ensalada y enchilada de camarones, que son nuestras gambas. A continuación vamos a visitar el Palacio del Valle donde hay un hotel pegadito que se pensó construir como un casino, pero la Revolución lo impidió.
Desde el lobby nos saluda un pequeño colibrí: su nido es del tamaño de una nuez. Salimos del palacio y nos vamos a ver el centro de la ciudad de Cienfuegos. Nos paramos en el boulevard para ver al estatua de Beni Moré, conocido cantante de la ciudad. Por una calle contigua y llena de tiendas se accede a la Plaza José Martí: el punto neurálgico de la ciudad y donde están los monumentos más famosos: estatua de Martí, Templete, Arco del Triunfo, Palacio del Gobierno, la Catedral y el Teatro. En el centro de la plaza hay un grabado en el suelo con la declaración de las fundación de la ciudad de Cienfuegos. Bella ciudad que tenemos que abandonar pues nos dirigimos ahora a Trinidad: la perla del Caribe y con razón.
Antes de llegar, observamos que el camino recorrido de una a otra es precioso: corre paralelo al Caribe y es cruzado constantemente por cangrejos. Sí, cientos y cientos que cruzan de una lado para otro. Y cuentan que en época de cría cubren la carretera. Ya digo, precioso camino. Llegamos a Trinidad a un hotel tipo todo incluido. Así que ahora a disfrutar de la Bucanero, la piscina, la cenita (donde un amable camarero le hace a Sonia un ramo de flores de papel con servilletas) y los Cuba-libres (de impuestos, según Luciano y Capone). Vaya, parece que hay mosquitos...
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