miércoles, 21 de septiembre de 2011

Fumigados hacia La Habana

Llegamos a Cuba fumigados... Sí, sí, como lo oís, nos han fumigado!! Nos han dado de comer lo mismo que en una prisión turca... Hemos viajado en un avión ruso que usaba Fidel para ir de vacaciones cuando era universitario... Mi asiento además tenía una barra que se me clavó durante diez horas en la espalda... El aire acondicionado a dos centímetros de tu cara... Los baños, eran como las letrinas de un baño árabe... Y los de Deusto danzando, bebiendo y cantando por el avión...
Pachorra, tranquilos, pasotas... Llámalo X. Después de un vuelo interminable en un avión infumable llegamos al lugar de la calma, la pachorra, donde todo lleva su tiempo elevado al cubo, aquel lugar en el que los estornudos duran medio minuto y los bostezos tres días... Estoy hablando de Cuba, donde la gente empieza a decir "hola" a las siete de la mañana y terminan la palabra a media tarde... Sí señores, esto es Cuba; donde hasta el ascensor, una simple máquina, está programado para tomarse su tiempo: lo hemos sufrido esta mañana, 8:50 esperando para coger el ascensor en una octava planta, las 9:05 y seguimos aquí; al final bajamos por la escalera no sin antes escuchar la frase de la señora de la limpieza "Se demoró un poquito..." Un poquito... pues menos mal!! Y pongo la mano en el fuego a que llegamos por la noche y ella todavía está esperando tan ancha!! Así también trabajo yo!!
Pues sí, hemos llegado a la hora de comer y estaba la señora en el mismo sitio.
Bueno, al grano. Nos han recogido y hemos ido a la visita turística de La Habana: lo primero ha sido ir a ver la Plaza de la Revolución... Enorme pero sin chicha ni limoná: una explanada grandiosa de asfalto rodeada de los clásicos edificios con la imagen del Che y Cienfuegos y la enorme torre con la estatua de José Martí. Fotos rápidas con el puño en alto y al bus para ir a una fábrica de ron: la de Legendario.


Está rico el ron, nada que ver con el nuestro y el que más me ha gustado ha sido el dulce, hecho con uva pasa. Aquí además hemos comprado unos puros para fumarlos en casita. Ah! y una botella de crema de ron para acompañar.


Pues después de secar la destilería de Legendario ponemos rumbo al Capitolio: cerrado por obras de restauración. Volveremos para el 2136.
Al lado está el barrio chino y un "museo al aire libre" de coches antiguos:  en España se conoce como "Desguaces Latorre".


Esto va rápido y tiramos hacia La Habana Vieja. Rezuma sabor y color por los cuatro costados. Empezamos en la Catedral, la calle del Obispo, el mercado de antigüedades, La Bodeguita del Medio, El Floridita, Paseo del Prado... Realmente encantador.


Y ahora al hotel a jalar: para eso tienes que visitar un paladar, que es un sitio donde una señora hace la comida y todo el que entra come y paga. Es la mejor manera de descubrir la cocina cubana. En el hotel nos recomiendan uno cercano pero nos hemos perdido y hemos acabado en un restaurante que regenta Doña María de las Pachorras y de las Empanadas Mentales. La comida está rica y el garito se llama Artechef.
Después de comer, es momento para demostrarle a los cubanitos las virtudes de la siesta española; la cual, después de repararnos, nos pone de nuevo en la Plaza de Armas para perdernos por La Habana Vieja.










Ha caído agua para limpiar toda La Habana pero por desgracia eso no ha ocurrido. Aquí son muy típicos los chaparrones por la tarde. Esto ha refrescado bastante y aunque llovizna un poco, el paseo es bastante agradable. En la Plaza de Armas volvemos a ver el monumento a Céspedes, padre de la patria, El Templete y los edificios colindantes, así como una preciosa vista de la bahía. Seguimos por la calle Oficios y por Mercaderes hasta llegar a la Plaza de San Francisco,


la cual atravesamos y seguimos bajando hasta llegar nuevamente al mercado de antigüedades y la Iglesia de San Francisco de Padua; seguimos para ver la casa natal de José Martí, la antigua muralla y la estación de ferrocarril. Esta zona vuelve a parecerse al Beirut de los ochenta... Y aparecemos al lado del Capitolio otra vez. Son las siete de la tarde, hace calor y lo mejor es ir a hablar un rato con Hemingway.


Para ello, nos vamos al Floridita. Sino está aquí, está en la Bodeguita de el Medio. Son los dos bares más famosos de Cuba y dos de los más conocidos del mundo. Aquí son los daikiris y en la Bodeguita, los mojitos: palabra de Hemingway así que yo le hago caso pero la rubia se tira al mojito. Umm, delicioso y fresco pero a la mochilera parece que tanto ron no le va. ¡Cuidadooo! La calle se llena de humo, la gente corre y se hace de noche de repente. "¿Qué pasa?" pregunta Sonia. Pues que están fumigando otra vez. Joder, parece increíble pero tiene explicación. Con todo lo que llueve, los mosquitos serían como caballos. Pues lo mejor ahora es un taxi y descansar al hotel, que el jet-lag ha aparecido. Por cierto, mejor taxi que bus... Solo hay que verlos...

Lo del hotel empieza a ser curioso: hoy no funciona el teléfono y no nos han despertado ¿Preocupados? Nooo, por favor. "Hemos visto la alarma en la computadora de que no había sonado su teléfono para despertarles pero nos la ha sudado mucho..." Vale, gracias. Me voy a desayunar.
El bufete es digno de la Pensión La Pelos. ¡Qué variedad! ¡Qué sabores! ¡Qué zumos y qué café! Por lo menos, me sirve para obrar como hace mucho que no cagaba. Y ahora volvemos a la Habana Vieja a visitar lo poco que nos faltaba: recorremos el Memorial Gramma, fascinante y muy chulo: sobre todo para aquellos a los que les guste la Revolución. Parece increíble como triunfaron esos viejos cacharros: tractores desvencijados convertidos en carros de combate, furgonetas de reparto trucadas, el coche de Fidel y sobre todo el yate Gramma con el que desembarcaron Fidel ,el Che, Raúl y Camilo Cienfuegos.


Vemos también el cambio de guardia de los domingos: parecido al de Moscú del soldado desconocido.
Entramos en el Museo de la Revolución pero no lo visitamos para que no se nos vaya la mañana. Al salir, fotos con un trozo de muralla y el tanque de Fidel y subimos otra vez por el Paseo del Prado o Martí hasta el Parque Central. Nos perdemos por las callejuelas para aspirar el sabor de La Habana... pero no aspires mucho que te ahogas: hay partes donde la disentería y la lepra juegan al mus con la tosferina y la diarrea... Volvemos a la calle del Obispo y paramos a tomar un jugo y una cerveza porque la rubia está deshidratada la pobre, hace mucho calor y sobre todo una humedad del carajo. Seguimos el paseito y nueva parada para disfrutar de un ventilador y comer una papa rellena de queso: riquísima. Como estamos muy cansados, nos agarramos un taxi y nos vamos al paladar Ares, en el Vedado a probar la auténtica comida cubana: a mí me ha gustado bastante y está basada en pollo, arroz y verduras. Y el café ha sido el mejor hasta ahora. Y para colmo, el chico de aquí, Erik, ha sido superamable y nos ha contado miles de historias sobre Cuba, su historia y La Habana. Un sitio para recomendar y no olvidar.
Sonia está encantada. Ha sido un día muy duro. Y la tarde también: subimos desde el hotel por el Malecón hasta la Plazel Nacional, el monumento a los Caídos en el Maine, la torre San Lázaro y llegar al monumento a Maceo.


Para volver, un cocotaxi y a cenar. Y después, purito y cubalibre... ¡¡noche perfecta!!




Cienfuegos y Trinidad

Hoy nos hemos levantado a las cinco de la mañana porque salimos temprano a Cienfuegos y Trinidad. Ayer nos llamaron de la agencia diciendo que este tour sólo lo hacemos nosotros así que nos van a poner un taxi y un guía a nuestra completa disposición para nosotros solitos... ¡Los mochileros en taxi! La verdad es que al principio acojona un poco la idea...
Desayunamos sandwich duro con café aguado: despertamos a los empleados del hotel que estaban durmiendo en los sillones y nos encontramos con Raimundo, nuestro guía: un tipo enorme y simpático. Raúl va a ser nuestro conductor. Pues saliendo de La Habana para empezar nuestro viaje: parece la peli de Guantanamera. Salimos de noche, como ya hemos dicho, y nuestro primer destino en Guamá, con su aldea Taima... O eso creíamos porque a unos cien kilómetros de La Habana ¡oh sorpresa!, una ponchera. Y en mitad de la nada... Pues tranquilidad cubana... Se para el coche, se saluda a los que pasan, se sacan las maletas, se saca y se cambia al rueda, se meten las maletas, nos metemos en el carro y nos volvemos a poner en camino... ¡Pinchazo arreglado!


Ahora hay dos problemas: la rueda de repuesto está lisa, sin dibujo y con una raja en la cubierta de dos centímetros: parece que ha hecho tantos kilómetros o más que las otras cuatro. El otro problema es encontrar una goma para cambiar la estropeada y si no es posible, un teléfono para que nos cambien el taxi. Bueno, pues ni de coña: ni goma ni teléfono (hay muchos pero no funciona ninguno) así que después de parar en tres gasolineras o vestigios de ellas, en la última conseguimos hablar con la agencia para que manden otro taxi a Guamá... Y así llegamos a Playa Girón, famosa por el desembarco de 1962, y finalmente a Guamá; por una carretera que es la que usamos en los pueblos para ir a las porquerizas. Guamá está en la Ciénaga de Zapata que es un parque natural al sur de la isla.


Aquí esperamos al taxi y mientras tanto  nos damos un paseito en lancha para llegar a la aldea Taima. Pero ¡sorpresa, esto es Cuba! empieza a caer la mundial y llegamos calados ¿Problemas? Ninguno, salimos de la lancha, deja de llover y sale un sol de justicia que hace que en diez minutos estemos secos y en veinte, chorreando de sudor. Visitamos la aldea con sus esculturas sobre los nativos de la isla y como empieza a haber gusa porque hemos desayunado pronto y mal, nada mejor que un coco con aguardiente y un poquito de cocodrilo a la plancha. Reparador oiga: voy a ver si exporto este almuerzo a España y se lo pongo a los obreros cuando bajen del andamio... Triunfo seguro... Rico el cocodrilo. Otra vez a la lancha y a esperar el taxi de repuesto con sus cinco ruedas.


Al llegar, cambio de maletas y el taxi con sus cuatro ruedas se lleva a dos turistas de vuelta a La Habana... y si vuelve a pinchar ¿problemas? Ninguno. Nosotros nos despedimos de Raúl y damos la bienvenida a Vázquez: un cubano-español muy dicharachero que también nos informa de muchas cosas de la isla.

Y camino a Cienfuegos. Paramos a comer en un hotel cerca de la bahía: ensalada y enchilada de camarones, que son nuestras gambas. A continuación vamos a visitar el Palacio del Valle donde hay un hotel pegadito que se pensó construir como un casino, pero la Revolución lo impidió.


Desde el lobby nos saluda un pequeño colibrí: su nido es del tamaño de una nuez. Salimos del palacio y nos vamos a ver el centro de la ciudad de Cienfuegos. Nos paramos en el boulevard para ver al estatua de Beni Moré, conocido cantante de la ciudad. Por una calle contigua y llena de tiendas se accede a la Plaza José Martí: el punto neurálgico de la ciudad y donde están los monumentos más famosos: estatua de Martí, Templete, Arco del Triunfo, Palacio del Gobierno, la Catedral y el Teatro. En el centro de la plaza hay un grabado en el suelo con la declaración de las fundación de la ciudad de Cienfuegos. Bella ciudad que tenemos que abandonar pues nos dirigimos ahora a Trinidad: la perla del Caribe y con razón.


Antes de llegar, observamos que el camino recorrido de una a otra es precioso: corre paralelo al Caribe y es cruzado constantemente por cangrejos. Sí, cientos y cientos que cruzan de una lado para otro. Y cuentan que en época de cría cubren la carretera. Ya digo, precioso camino. Llegamos a Trinidad a un hotel tipo todo incluido. Así que ahora a disfrutar de la Bucanero, la piscina, la cenita (donde un amable camarero le hace a Sonia un ramo de flores de papel con servilletas) y los Cuba-libres (de impuestos, según Luciano y Capone). Vaya, parece que hay mosquitos...

De Trinidad a Camagüey

Sonia se ha levantado con las piernas acribilladas por los bichos y le duelen bastante. Vamos a tener que buscar una pomada y un repelente.
Como estábamos en la península de Ancón, cogemos el Taxi y nos dirigimos a Trinidad a visitarla bien. Nos instalamos en la Plaza Mayor a escuchar las explicaciones de Raimundo: no deja de venir gente que nos quiere vender de todo y son un poquito pesados pero da la sensación de que no tienen ni para pipas.


Trinidad merece mucho la pena y es lo más bonito que hemos visto hasta ahora. Hay un bar cerca de la plaza donde dan un cocktail llamado Canchánchara que lleva miel, hielo, limón, agua y aguardiente que según ellos es mejor que el Red Bull. Huele bien y sabe mejor.


A continuación nos vamos al museo municipal de la ciudad donde subo a la torre más alta del lugar para ver una preciosa perspectiva de Trinidad. Repito: muy bonita. Subir a la torre cuesta pero bajar es un suplicio: llego abajo empapado de sudor, recojo a la rubia y nos dedicamos a perdernos por las calles de esta perla caribeña.


Volvemos a la Plaza Mayor a por Raimundo y luego a por Vázquez para comprar una pomada para los mosquitos de Sonia. La farmacia está en el dispensario municipal y la verdad es que tiene cuatro cosas: y el dispensario parece más bien cortito para una ciudad, pero es lo que hay. Esto es Cuba.

Bueno, carretera y manta porque nos vamos a Sancti Spiritus pero antes recorreremos el Valle de los Ingenios. Éstos son las centrales azucareras de la antiguëdad de las de antes pero ahora no queda ni una de 49 que había, creo...


Nos subimos a un mirador a disfrutar del paisaje verde, frondoso y en estado salvaje... Y "¡¡aaahhhhh!! ¡Diooosss, que me mueroooo! ¡Joseeee, veeenn, una arañaaa" Y salgo corriendo con mi espada de fuego a defender a mi Dulcinea de tan infame dragón: "¡¡Coñooo, correee, sueltaaa, vamonooos, al coche, deprisaaa" ¡Qué pedazo de bicho!


Una araña tan grande como una mano y con más pelos que la barba de Fidel. La verdad es que es muy linda ahora que está quieta y se deja hacer fotos. La naturaleza cubana está por todas partes pero lo que más nos acompaña por el camino son las tiñosas, unos buitres totalmente negros con la cabeza roja que están por todas partes.

Recuperados del susto, nos dirigimos a Sancti Spiritus donde aprovechamos para comer una especie de cocido y ropa vieja (carne de res deshilachada). Rico también. La vueltecita de aquí es corta porque es una ciudad pequeña y poco tiene que ofrece: lo más curioso y de lo que se sienten más orgullosos los lugareños es del puente sobre el río Yayabo pero a mí me da la sensación de se como un puente cualquiera de un pueblecito español. Poco más ofrece esta ciudad.


"Ná Vázquez, nos vamos a Camagüey"... Pues carretera y manta... Vaya, parece que el coche da tirones. Aceleramos y asunto arreglado. Pues no, parece que no se arregla... Esto se está parando "¿Qué pasa Vázquez" "Pues que nos han echado agua en la gasolina" "No jodas" Esto es Cuba... Pues paramos otra vez, se abre el capó, se quita una pieza enorme que hay encima del motor, se tira a la selva, se tiran también estos CD's que ya he oído, se limpia el filtro...


"Vaya, parece que no es eso. No problem. Sacad las maletas, quitad todo lo del asiento de atrás." Hecho. Vázquez abre y debajo de mi asiento aparece un tapón enorme: la gasolina. Pues nada, se mete un tubo de goma que siempre llevan todos los coches de repuesto, se chupa por un extremo y poco a poco se va sacando el agua... Media hora después, ya no queda agua en el depósito y podemos continuar viaje como si nada... Acojonante. Vázquez nos cuenta que no es muy común ésto pero a veces echan agua en los depósitos de las gasolineras para sacarse unas pelillas de más o que, como los depósitos son tan viejos, rezuman se mete agua en el interior... Me convence más la primera teoría... Estos cubanos...


La idea es llegar y hacer noche y por la mañana ver la ciudad pero Raimundo nos ofrece visitarla esta tarde con un bici-taxi por dos CUC cada uno y así por la mañana nos podemos levantar tarde e ir a la piscina... y él se puede hartar esta noche con su pibita que está por aquí. No parece mala idea así que cogemos el bici-taxi y nos recorremos las lazas típicas: la de los Trabajadores, Agramonte, San Juan de Dios, del Carmen con sus figuras de terracota donde el modelo de una de ellas, un señor mayor, se sienta al lado de su propia estatua desde hace nueve años, la del Teatro Principal y la de la Caridad...





Nos bajamos de la bici-taxi y nos ponemos en camino al cutre-hotel de dos estrellas que tenemos para esta noche: los hoteles en Cuba son de pena, ya os contaremos de ellos. Antes de ir a cenar, hablo con Vázquez para que esta noche no ponga la tele a toda pastilla que no deja dormir ni a dios. Esto parece la mansión de los Monster :a ver que bichos nos salen esta noche...

De Camagüey a los Lagos de Mayajigua

Hemos conseguido dormir. La verdad sea dicha, el hotel es una mierda y la habitación es la peor pero los mochileros estaban tan cansados que hemos dormido como troncos. Como era de esperar, el desayuno es tan mierda como la cena del día anterior así que desayunamos poco y mal y yo aprovecho para un chapuzón en la piscina. Tras refrescarnos un poco, recogemos a nuestros compañeros de viaje, nos despedimos de la casa de los horrores y volamos en nuestro supertaxi en dirección a Ciego de Ávila y Morón. Es decir, volvemos a coger la misma carretera que nos trajo aquí y nos quedamos tirados. Estamos en la provincia de Ciego de Ávila, con capital del mismo nombre, pero en vez de ir a ella, nos dirigimos a Morón, la ciudad del gallo.


Ayer pasamos por Ciego de Ávila y no parecía demasiada cosa así que la idea de ir a Morón nos parece buena: nuestro guía parece que necesita descansar... Tiene pinta de haber sufrido una noche cubana. Pues con éstas, el guía dormido, Vázquez a su rollo manejando y nosotros medio sobados llegamos a Morón donde lo único interesante es la estatua del gallo con su reloj digital que por supuesto no funciona. El gallo es en honor a una historia de un recaudados de impuestos que llegó a la ciudad y se puso muy "gallito" con los habitantes, discriminándoles y haciéndoles la vida imposible. Por eso, los ciudadanos se rebelaron ante él y lo emplumaron como a un gallo antes de cargárselo. ahora se dice que eres como el Gallo de Morón: unas veces hablando y otras cacareando. En fin.


Y ya que estamos aquí y en previsión de esta noche que vamos a los Lagos, buscamos una tienda, la Milla de Oro, para comprar repelente para mosquitos. La rubia se gastará todo el bote en lo que queda de viaje.

La siguiente parada va a ser una cocodrilera: la verdad es que no venía en nuestro plan de viaje pero Raimundo dice de ir para allá, y allá que vamos. Nada más llegar vemos tiñosas por todas partes, patos, flamencos, tortugas y bichos de todo tipo. Pero ni un cocodrilo... a no ser que eso que hay debajo de nuestro comedor sea uno. Y lo es. El comedor está elevado unos metros y debajo vive un cocodrilo cubano enorme. La verdad es que es muy chulo pero está un poco atocinao con el calor, como nosotros.


Nos ponemos a devorar una comida estupenda: ropa vieja, aguacate, plátanos fritos (chicharitas), cerdo y moros y cristianos. Es de los mejores sitios donde hemos comido. Todo muy rico. Y ahora vamos a ver cocodrilos: nos acercamos a ver los pequeños y a hacernos la típica foto con ellos en brazos pero con la boca atada, eso sí.


Tienen tres años y miden un metro de largo. Y luego vamos a ver a los papás: aparecen del agua como fantasmas, primero enseñan los ojos, luego la nariz, esperan y salen de la charca. Pedazo de bichos. Les damos de comer pescado con una caña y tienen tanta fuerza que da la sensación de que la van a arrancar de mis mandos. Últimas fotos a los flamencos y a las tortugas y cogemos dirección hacia Mayajigua.


Es una zona selvática enclavada en mitad de las montañas y claro, lo lógico es que haya bichos: como pasó por la noche. El hotel es muy bonito, rodeado de lagos y con sus piscinas y aguas medicinales: éstas están en reparación, como es lógico. Bueno, un cocktail de bienvenida y a ver la habitación: es un bungalow de dos pisos y nosotros ocupamos el de abajo mientras Raimundo estará arriba... Menos mal, hoy no habrá ronquidos: vamos a dormir como lirones, sin nada que nos moleste. Una cena ligerita, típicas fotos de los pajaritos y a sobar...


"Cariño, no te asustes... pero mira lo que hay en la pared..." "Aaaahhh" "Te he dicho que no te asustes..." pues nada, me levanto como un valiente, cojo una toalla (que estos bichos pueden ser venenosos) y la voy a coger... "Ostia, que salto... Puta rana" "Aaaah socorrooooo" Jamás he visto esa reacción: de la posición horizontal a la la vertical, apoyada en la rodilla chunga, salto a la cama de al lado y nuevo salto a la silla: era Sonia, no la rana.


Mueve cama pacá, mueve cama pallá, "Por allí está, Dios que ascoooo" Pilla por aquí, la toalla encima, se escapa, llama a Raimundo, éste baja (estaba en calzoncillos sobando), ahora que está quieta, cojo la rana, abro la puerta del bungalow y sale disparada mientras sin querer la agarro por una pata. No la he descoyuntado de milagro. Perece que no hay más bichos en la habitación. Noche toledana: a ver si descansamos.

Oye Che, tomas Santa Clara o quieres que te preste mi sombrero

Me meo. Salgo corriendo al baño..."Aaaah, que gusto" Veo unos ojos que me observan: un lagarto. Pequeño, pero dentro del baño. Espero que no salga y que no lo vea Sonia... Mierda, han pasado las dos cosas: "Socorrooooo, que ascoooo... Me voy de Cuba, no aguanto más".
Bueno, no más bichos por hoy. Desayunamos y nos vamos a Caibarien a ver un ingenio. Como dije, un ingenio es una fábrica azucarera de esas que poblaban la isla. Ahora quedan muy pocas. Al lado del ingenio está la fábrica de ron Mulata: uno de los mejores dicen. Al llegar, nos ofrecen un vasito de guarapo: se exprime la caña con una máquina y sale este jugo. Dicen que es afrodisíaco... "Sonia, bebe por favor".


La pena es que el tren de vapor había partido ya... ¡Qué raro! Así que nos quedamos sin excursión por la selva. Terminamos la visita viendo la fábrica y las locomotoras que llevaban el azúcar desde las plantaciones hasta los ingenios.




Otra vez al taxi, a las manos de Vázquez y próximo destino: Remedios, cuna de las parrandas. Lo que en España son las chirigotas, vamos... Y ¡qué mala suerte!... El típico museo está cerrado, que casualidad. Bueno, no pasa nada: nos vamos a ver la casa-museo de Alejandro García-Caturla, músico y juez local que fue asesinado a tiros en 1940... Un tipo peculiar. Fotos del lugar, cervecita, un autobús lleno de diplomáticos viendo la ciudad y a comer.





Llegamos a la Finca La Cabaña y ¡oooh! Sorpresa. los diplomáticos van a comer allí así que cambio de planes y camino a Santa Clara comemos en un bufete de un hotel: creo que hemos salido ganando. Nos ponemos tibios: las cervezas corren de nuestra cuenta... sin saberlo, claro.


Santa Clara: la ciudad del Che. Evidentemente, no nació aquí pero fue la ciudad que le hizo famoso por su toma militar y por el asalto al tren blindado. Además, aquí está enterrado el Che junto con el resto de guerrilleros fallecidos en Bolivia. El mausoleo es escueto pero cuenta con un interesante museo y las estatuas y representaciones del exterior son grandiosas: recuerdan un poco al Valle de los Caídos o al Cerro de los ángeles... Salimos y vamos a ver el monumento al tren blindado: son los restos del tren que tomaron los guerrilleros del Che, descarrilándolo con un bulldozer. Hay cuatro de los vagones expuestos con una serie de objetos de los que llevaban: armas, equipamiento... e incluso hay una exposición fotográfica.






Y ahora, vía Cárdenas, a Varadero: a disfrutar de la playa. Aquí, en Cárdenas, podemos ver la casa de Elián González, el niño balsero, que todavía se creen que va a volver a ser secuestrado. Tardamos un buen rato en llegar a Varadero porque las carreteras ya sabemos como son. Llegamos a un nuevo cutrehotel y nos despedimos de nuestros compañeros de viaje: parece mentira pero les echaremos de menos. Nos han tratado muy bien: podía haber sido peor.
Hacemos la entrada en el hotel, nos dan la habitación 824 y bajamos al bufete a cenar un poco. Y a sobar, que mañana toca playa.