Llegamos a Cuba fumigados... Sí, sí, como lo oís, nos han fumigado!! Nos han dado de comer lo mismo que en una prisión turca... Hemos viajado en un avión ruso que usaba Fidel para ir de vacaciones cuando era universitario... Mi asiento además tenía una barra que se me clavó durante diez horas en la espalda... El aire acondicionado a dos centímetros de tu cara... Los baños, eran como las letrinas de un baño árabe... Y los de Deusto danzando, bebiendo y cantando por el avión...
Pachorra, tranquilos, pasotas... Llámalo X. Después de un vuelo interminable en un avión infumable llegamos al lugar de la calma, la pachorra, donde todo lleva su tiempo elevado al cubo, aquel lugar en el que los estornudos duran medio minuto y los bostezos tres días... Estoy hablando de Cuba, donde la gente empieza a decir "hola" a las siete de la mañana y terminan la palabra a media tarde... Sí señores, esto es Cuba; donde hasta el ascensor, una simple máquina, está programado para tomarse su tiempo: lo hemos sufrido esta mañana, 8:50 esperando para coger el ascensor en una octava planta, las 9:05 y seguimos aquí; al final bajamos por la escalera no sin antes escuchar la frase de la señora de la limpieza "Se demoró un poquito..." Un poquito... pues menos mal!! Y pongo la mano en el fuego a que llegamos por la noche y ella todavía está esperando tan ancha!! Así también trabajo yo!!
Pues sí, hemos llegado a la hora de comer y estaba la señora en el mismo sitio.Bueno, al grano. Nos han recogido y hemos ido a la visita turística de La Habana: lo primero ha sido ir a ver la Plaza de la Revolución... Enorme pero sin chicha ni limoná: una explanada grandiosa de asfalto rodeada de los clásicos edificios con la imagen del Che y Cienfuegos y la enorme torre con la estatua de José Martí. Fotos rápidas con el puño en alto y al bus para ir a una fábrica de ron: la de Legendario.
Está rico el ron, nada que ver con el nuestro y el que más me ha gustado ha sido el dulce, hecho con uva pasa. Aquí además hemos comprado unos puros para fumarlos en casita. Ah! y una botella de crema de ron para acompañar.
Pues después de secar la destilería de Legendario ponemos rumbo al Capitolio: cerrado por obras de restauración. Volveremos para el 2136.
Al lado está el barrio chino y un "museo al aire libre" de coches antiguos: en España se conoce como "Desguaces Latorre".
Esto va rápido y tiramos hacia La Habana Vieja. Rezuma sabor y color por los cuatro costados. Empezamos en la Catedral, la calle del Obispo, el mercado de antigüedades, La Bodeguita del Medio, El Floridita, Paseo del Prado... Realmente encantador.
Y ahora al hotel a jalar: para eso tienes que visitar un paladar, que es un sitio donde una señora hace la comida y todo el que entra come y paga. Es la mejor manera de descubrir la cocina cubana. En el hotel nos recomiendan uno cercano pero nos hemos perdido y hemos acabado en un restaurante que regenta Doña María de las Pachorras y de las Empanadas Mentales. La comida está rica y el garito se llama Artechef.
Después de comer, es momento para demostrarle a los cubanitos las virtudes de la siesta española; la cual, después de repararnos, nos pone de nuevo en la Plaza de Armas para perdernos por La Habana Vieja.
Ha caído agua para limpiar toda La Habana pero por desgracia eso no ha ocurrido. Aquí son muy típicos los chaparrones por la tarde. Esto ha refrescado bastante y aunque llovizna un poco, el paseo es bastante agradable. En la Plaza de Armas volvemos a ver el monumento a Céspedes, padre de la patria, El Templete y los edificios colindantes, así como una preciosa vista de la bahía. Seguimos por la calle Oficios y por Mercaderes hasta llegar a la Plaza de San Francisco,
la cual atravesamos y seguimos bajando hasta llegar nuevamente al mercado de antigüedades y la Iglesia de San Francisco de Padua; seguimos para ver la casa natal de José Martí, la antigua muralla y la estación de ferrocarril. Esta zona vuelve a parecerse al Beirut de los ochenta... Y aparecemos al lado del Capitolio otra vez. Son las siete de la tarde, hace calor y lo mejor es ir a hablar un rato con Hemingway.
Para ello, nos vamos al Floridita. Sino está aquí, está en la Bodeguita de el Medio. Son los dos bares más famosos de Cuba y dos de los más conocidos del mundo. Aquí son los daikiris y en la Bodeguita, los mojitos: palabra de Hemingway así que yo le hago caso pero la rubia se tira al mojito. Umm, delicioso y fresco pero a la mochilera parece que tanto ron no le va. ¡Cuidadooo! La calle se llena de humo, la gente corre y se hace de noche de repente. "¿Qué pasa?" pregunta Sonia. Pues que están fumigando otra vez. Joder, parece increíble pero tiene explicación. Con todo lo que llueve, los mosquitos serían como caballos. Pues lo mejor ahora es un taxi y descansar al hotel, que el jet-lag ha aparecido. Por cierto, mejor taxi que bus... Solo hay que verlos...
Lo del hotel empieza a ser curioso: hoy no funciona el teléfono y no nos han despertado ¿Preocupados? Nooo, por favor. "Hemos visto la alarma en la computadora de que no había sonado su teléfono para despertarles pero nos la ha sudado mucho..." Vale, gracias. Me voy a desayunar.
El bufete es digno de la Pensión La Pelos. ¡Qué variedad! ¡Qué sabores! ¡Qué zumos y qué café! Por lo menos, me sirve para obrar como hace mucho que no cagaba. Y ahora volvemos a la Habana Vieja a visitar lo poco que nos faltaba: recorremos el Memorial Gramma, fascinante y muy chulo: sobre todo para aquellos a los que les guste la Revolución. Parece increíble como triunfaron esos viejos cacharros: tractores desvencijados convertidos en carros de combate, furgonetas de reparto trucadas, el coche de Fidel y sobre todo el yate Gramma con el que desembarcaron Fidel ,el Che, Raúl y Camilo Cienfuegos.
Vemos también el cambio de guardia de los domingos: parecido al de Moscú del soldado desconocido.
Entramos en el Museo de la Revolución pero no lo visitamos para que no se nos vaya la mañana. Al salir, fotos con un trozo de muralla y el tanque de Fidel y subimos otra vez por el Paseo del Prado o Martí hasta el Parque Central. Nos perdemos por las callejuelas para aspirar el sabor de La Habana... pero no aspires mucho que te ahogas: hay partes donde la disentería y la lepra juegan al mus con la tosferina y la diarrea... Volvemos a la calle del Obispo y paramos a tomar un jugo y una cerveza porque la rubia está deshidratada la pobre, hace mucho calor y sobre todo una humedad del carajo. Seguimos el paseito y nueva parada para disfrutar de un ventilador y comer una papa rellena de queso: riquísima. Como estamos muy cansados, nos agarramos un taxi y nos vamos al paladar Ares, en el Vedado a probar la auténtica comida cubana: a mí me ha gustado bastante y está basada en pollo, arroz y verduras. Y el café ha sido el mejor hasta ahora. Y para colmo, el chico de aquí, Erik, ha sido superamable y nos ha contado miles de historias sobre Cuba, su historia y La Habana. Un sitio para recomendar y no olvidar.
Sonia está encantada. Ha sido un día muy duro. Y la tarde también: subimos desde el hotel por el Malecón hasta la Plazel Nacional, el monumento a los Caídos en el Maine, la torre San Lázaro y llegar al monumento a Maceo.
Para volver, un cocotaxi y a cenar. Y después, purito y cubalibre... ¡¡noche perfecta!!
Para volver, un cocotaxi y a cenar. Y después, purito y cubalibre... ¡¡noche perfecta!!